Según Xinhua, un equipo del Instituto de Metales de la Academia China de Ciencias reportó un avance relevante en baterías de estado sólido y propuso una vía para superar dos obstáculos crónicos: la alta resistencia en la interfaz y la baja eficiencia en el transporte de iones. Sus resultados fueron publicados en la revista Advanced Materials.
Las baterías de estado sólido suelen presentarse como el siguiente salto por su elevada densidad energética y su seguridad. Aun así, la unión entre electrodo y electrolito lleva años restando rendimiento. Para sortearlo, el equipo apostó por un nuevo polímero cuyas moléculas integran grupos etoxi conductores de iones y cortas cadenas de azufre electroquímicamente activas. Esta combinación favorece una integración a escala molecular en la interfaz, acelera el movimiento iónico y permite conmutar entre modos de transporte y almacenamiento. Una apuesta que ataca el problema justo donde nace: en el contacto entre materiales.
En pruebas, una batería flexible basada en este material resistió 20.000 ciclos de flexión sin perder estabilidad en su desempeño; y cuando se empleó en un cátodo compuesto, la densidad energética aumentó un 86%. Más allá del titular, el dato de los 20.000 ciclos aporta una señal de solidez en escenarios de uso realista.
El equipo indicó que su enfoque abre nuevas rutas hacia baterías de estado sólido seguras y eficientes, con aplicación potencial en electrónica portátil y vehículos eléctricos. Si estos resultados se confirman en evaluaciones más amplias, la tecnología podría acercarse a un uso práctico y aliviar algunos de los cuellos de botella más persistentes del sector. Suena como un paso tangible, aunque la validación a gran escala será la prueba definitiva.